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El día mundial del teatro es un día memorable para una numerosísima cantidad de personas dedicadas a la interpretación. Estos miles de actores que lo son; muchos por oficio, otros de carrera y muchísimos más por su talento innato venido del cielo, están celebrando hoy que, una vez al año, se tenga en cuenta la dignificación de este oficio milenario tan denostado por los poderes fácticos y por la propia sociedad que no es consciente del tejido económico que generan las industrias culturales. Pero son muchos más los que se merecen este merecimiento ganado merecidamente, y son esos otros oficios que conforman la familia del teatro. Los diseñadores, los figurinistas, los taquilleros, los atrecistas, los maquinistas, los técnicos de luces y de sonido, y un largo etcétera de profesionales que lo hacen posible y que son meritorios de esos aplausos. Demos también uno, bien fuerte, al menos hoy, a todas y todos ellos. Pongamos en valor los oficios teatrales y a las personas que trabajan a la sombra de las candilejas de los grandes escenarios porque sin su aportación la magia sería imposible.
